Descubriendo la belleza en lo imperfecto y el arte en lo espontáneo.
El garabato como ritual cotidiano
Hay días en los que no puedo enfrentarme al lienzo en blanco. En esos momentos, agarro un cuaderno viejo y dejo que mi mano dibuje sin rumbo: círculos que se entrelazan, líneas quebradas, formas sin nombre. Lo que antes consideraba «dibujos fallidos» ahora los veo como mapas de mi mente. Un psicólogo una vez me dijo que los garabatos son ventanas al subconsciente; desde entonces, los colecciono como si fueran páginas de un diario secreto.
De la infancia al estudio: el garabato como lenguaje universal
Recuerdo que, de niña, mis maestros me regañaban por garabatear en los márgenes de los cuadernos. Hoy, esas mismas marcas son la base de mis obras. Artistas como Cy Twombly convirtieron trazos aparentemente caóticos en poesía visual, enseñándome que no hay error en el gesto libre. En mi taller, a veces inicio piezas grandes con pequeños garabatos en carboncillo: son semillas que germinan en algo inesperado.
Ejercicio para el lector: garabatear sin miedo
¿Te animas a probar? Toma una hoja, cierra los ojos, y deja que tu mano se mueva durante un minuto. Luego observa: ¿hay ritmo, furia, calma? Estos trazos anónimos pueden ser el primer paso para una obra… o simplemente un recordatorio de que crear no siempre necesita un propósito.