El viaje íntimo de transformar sentimientos en materia.
El lienzo como espejo emocional
Hay una pintura mía que nunca exhibí: la hice en un día gris, mezclando azules oscuros y rojos secos. Cada vez que la miro, vuelvo a sentir aquel nudo en el pecho. Creo que por eso Frida Kahlo decía que sus obras eran su realidad: pintar es atreverse a materializar fantasmas, alegrías y heridas. A veces, el resultado duele; otras, sorprende. Pero siempre es un acto de valentía.
La química de las emociones en el proceso creativo
¿Sabías que el cuerpo reacciona físicamente al crear? Cuando estoy enojada, la pintura se espesa y se pega en capas gruesas; cuando estoy nostálgica, diluyo los acrílicos hasta que parecen acuarelas. Neurocientíficos explican que durante la creación se liberan dopamina y serotonina… Yo solo sé que, después de horas pintando, siento un cansancio dulce, como si hubiera conversado a gritos con el universo.
Un ritual para pintar desde las entrañas
Te comparto mi práctica sagrada: antes de empezar, escribo una palabra en el borde del lienzo (rabia, esperanza, duelo) y dejo que guíe la paleta y los gestos. No importa si el resultado se parece a la palabra; importa el viaje. Al final, quemo el papel. Es mi manera de decir: «esto ya no me pertenece, ahora es arte».